Una vez un hombre pobre robó un racimo de uvas. Contento, se lo enseñó a su mujer, y quedaron en comérselo como postre de la paupérrima cena. El hombre, contento, sacó una foto del hermoso racimo.
Cuando se lo fueron a comer, las uvas de repente empezaron a secarse y pudrirse, quedando en polvo. El hombre y su mujer comprendieron que aunque fueran pobres no debían vivir de cosas robadas, y colgaron la foto del antes hermoso racimo en la pared para no olvidarlo nunca.
sábado, 21 de enero de 2012
Suscribirse a:
Entradas (Atom)