Juanín tenía miedo. El osito de peluche no dejaba de mirarle. Tenía una mirada profunda y penetrante.
Alguna vez había tratado de decírselo a su madre, pero ella no entendía. Los mayores nunca entienden. ¿Cómo va a mirarte mal si es de peluche?, decía. Pero el osito miraba.
¿Se ha movido? Sí, se ha movido. Lo vio por el rabillo del ojo.
Juanín fue corriendo con su madre. Ella, como siempre, no le creyó. Total, el oso era de peluche.
A la mañana siguiente Juanín no estaba en su cama. Los padres, al principio solos y después entre policías, no repararon en que el osito de peluche tampoco estaba en la habitación.
jueves, 31 de diciembre de 2009
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