Sí, los hay. Hay otros mundos. Muchos, pero no es cuestión ahora de nombrarlos todos. Solamente voy a referirme a uno, en estas pocas horas de vida que me quedan. Uno en particular, el más cercano a nosotros.
Sí, es realmente cercano. A él se puede viajar. De hecho, todos vamos. Una vez. Y no volvemos.
Al menos la mayoría no vuelve. Algunos sí. El velo que separa ese otro mundo, ese que muchas veces llamamos el Otro Mundo por antonomasia, es fino, y débil, y fácil de rasgar. Una acumulación de sentimientos poderosos basta para ello, y no solamente nosotros tenemos sentimientos. Ellos, los que ya viajaron al otro lado, también. Su ira, su rabia, su dolor o su amor pueden rasgar el velo igual que nosotros. La diferencia principal entre nosotros y ellos es que el sentido del último viaje, y de todo en general, es de aquí hacia allí. Ellos normalmente nos ven, aunque de una forma distorsionada por el velo, pero nosotros a ellos normalmente no. Y cuando lo hacemos, los llamamos fantasmas.
Siempre se ha sabido que existen, aunque la ciencia no lo acepte. Los espíritus de los que morimos aquí pasan al otro lado. En realidad, los espíritus de todo lo que muere o desaparece aquí pasan al otro lado. Lo sé, porque lo he visto.
Morir no es la única manera de viajar allí. Hay hechizos y encantamientos que te lo permiten, aunque tu vista viva no será allí tan eficaz como lo será tras el Último Viaje. Pero se puede ir, y hablar con ellos, igual que podemos convocarlos a este lado para hacerlo. E igual que ellos se sienten perdidos al llegar aquí, forzados, y sus respuestas suelen ser crípticas, nos vemos perdidos nosotros al otro lado. No puedo describir lo que se ve, pero lo recuerdo. Hay cosas que me aterrorizan, y todas estuvieron aquí antes. Pero también he visto que allí me espera ella. No voy a esperar que se cumpla mi tiempo aquí. Allí el tiempo es distinto, sé que a ella no le parecen años lo que me tiene que esperar aún, pero a mí aquí sí me lo parecen.
Ah, siento la morfina haciendo sus efectos en mis órganos. Pronto estaré al otro lado. Mientras tanto, permíteme contarte cómo hice el viaje, ya que no sabría contarte lo que vi allí.
Todo empezó al mes y unos días de morir ella. Yo sentía que ella seguía conmigo. ¿Quién no siente eso, junto a un vacío enorme, cuando muere un ser querido? Pero noté pequeñas cosas. Sus objetos más personales, aquellos que le suponían sentimientos profundos cuando estaba aquí, como el broche de su abuela, o la esclava que le regaló su madre, aparecían a veces ligeramente movidos de sitio. Una noche, vi lo que pasaba: se movían solos, justo cuando más intensamente yo sentí su presencia en nuestra ahora vacía alcoba.
Más tarde supe lo que pasaba: ella trataba con todo su ser de recuperar sus preciados objetos, y la enorme fuerza que ella hacía para coger la imagen espectral de esas cosas allá en el otro lado causaba, por el enlace que hay siempre entre cualquier cosa y su imagen espectral, que el objeto se moviera aquí.
Empecé a investigar.
Todos me tomaban por loco cuando lo comentaba, hasta que llegué a aquella biblioteca. La vieja que prestaba los libros me escuchó, y por primera vez no me dio la impresión de que me tomaban por loco.
Y me llevó a aquel libro.
Allí explicaba lo que es el otro mundo en realidad: es parte del nuestro, la parte que se encuentra al otro lado de esa cortina que llamamos muerte, una cortina que solamente se puede atravesar en una dirección, pero por la que a veces te puedes asomar de un lado al otro si usas un ancla poderosa al otro lado, y la mejor son los sentimientos.
Tras un año de preparación para lo que podríamos llamar un viaje astral, aunque fue al otro lado del velo y no a éste, la vi de nuevo, a través del velo que había en mis ojos.
Ya mi entendimiento falla, por la morfina, pero no es por eso por lo que no puedo explicar lo que vi durante el viaje. Había cosas que me horrorizaron tras el velo, y antes estuvieron aquí. No había esquinas, pero tras cada esquina esperaba una sorpresa, y sentí los mayores miedos y las mayores alegrías. No puedo explicar lo que sucedió, ni cómo, pero la vi, allá, al otro lado, y entendí que me esperaba. Sé que el tiempo no pasa para ella como para mí, a ella no le parecen infinitos años los que me quedan de vida, pero a mí sí, y no quiero esperar tanto para volver a estar con ella.
La morfina está haciendo su efecto. Pronto me dormiré, y volveré a verla, ya sin velo en mis ojos. Tú, amigo mío, aprovecha estas torpes líneas para vivir más a fondo lo que te queda en este mundo, porque del otro no hay vuelta atrás permanente.
lunes, 29 de marzo de 2010
jueves, 31 de diciembre de 2009
De peluche
Juanín tenía miedo. El osito de peluche no dejaba de mirarle. Tenía una mirada profunda y penetrante.
Alguna vez había tratado de decírselo a su madre, pero ella no entendía. Los mayores nunca entienden. ¿Cómo va a mirarte mal si es de peluche?, decía. Pero el osito miraba.
¿Se ha movido? Sí, se ha movido. Lo vio por el rabillo del ojo.
Juanín fue corriendo con su madre. Ella, como siempre, no le creyó. Total, el oso era de peluche.
A la mañana siguiente Juanín no estaba en su cama. Los padres, al principio solos y después entre policías, no repararon en que el osito de peluche tampoco estaba en la habitación.
Alguna vez había tratado de decírselo a su madre, pero ella no entendía. Los mayores nunca entienden. ¿Cómo va a mirarte mal si es de peluche?, decía. Pero el osito miraba.
¿Se ha movido? Sí, se ha movido. Lo vio por el rabillo del ojo.
Juanín fue corriendo con su madre. Ella, como siempre, no le creyó. Total, el oso era de peluche.
A la mañana siguiente Juanín no estaba en su cama. Los padres, al principio solos y después entre policías, no repararon en que el osito de peluche tampoco estaba en la habitación.
viernes, 11 de diciembre de 2009
Campo de batalla: tu cerebro
Juan se acercó a la oficina de su jefe: iban a ascenderlo. No importaba ahora cómo ni porqué, solamente que como Manejador de Nivel 6 dispondría de plaza de aparcamiento, vacaciones pagadas, seguro dental, disruptor de publicidad y, lo más importante, la llave del lavabo de ejecutivos.
Llegó a la puerta, miró el reloj (Mr. Smith era amante de la puntualidad exacta), se arregló la corbata y tocó en la puerta. Una sonriente secretaria de rasgos orientales le abrió y le invitó a pasar al adornado despacho: parecía el de un ejecutivo yuppie ochentero al que le gustaran los viajes: máscaras africanas, una montera de torero, muñecas de vudú... y por supuesto, una moqueta adecuada para jugar al golf de oficina. Al fondo, la mesa: una lámina ovalada de cristal sostenida a un solo lado por un pie en forma de delfín, de manera que parecía que el escritorio era la superficie tranquila del agua y el delfín sacaba la cabeza de ella.
- Juan, bienvenido. Yo soy contento de tener usted aquí. Los informes me dicen que usted has mejorado nuestros resultados en cinco porciento ¿sí?
- Sí, señor.
- Explícame cómo lo has hecho usted?
- Me he dado cuenta de que estábamos transmitiendo publicidad a grandes masas de la población que no la iban a aprovechar. Por poner un ejemplo sencillo, transmitíamos publicidad de muñecas a niños de diez años. Diseñé un sistema por el cual ahora transmitimos la publicidad solamente a los objetivos adecuados. Como transmitimos a menos objetivos, cobramos menos impactos a los anunciantes, muchos menos, pero como el porcentaje de objetivos que compran asciende podemos cobrar los impactos más caros. En conjunto, cobramos un 16% menos.
- No acabo de entender lo.
La cara de Mr. Smith ya no era acogedora. Juan tragó saliva.
- La transmisión cerebral consume una gran cantidad de energía, porque hay que focalizar muy exactamente las ondas. Crear recuerdos agradables en el sistema límbico está muy bien en el laboratorio, pero con la gente andando por las calles y moviéndose continuamente seguirlos es muy difícil, y asegurarse de que el campo electromagnético se concentra exactamente en los puntos adecuados del cerebro de tantísimas personas sin provocarles daños cerebrales por afectar a otras zonas cuesta enormes cantidades de poder de cómputo, que se traduce en dinero, y de electricidad para los transmisores, que también es dinero.
- Sí.
- Como ahora seguimos a menos personas a la vez, y transmitimos a menos personas, ambas necesidades se reducen. Aunque la computación cuántica haga posibles cálculos que antes hubieran llevado milenios, sigue siendo cara, pero con este método reducimos nuestras necesidades de cálculo en aproximadamente un 50%. Hemos podido suspender el alquiler de la tercera parte de los ordenadores que IQM nos cobraba. Y en cuanto a los transmisores, ahora van más suaves, y consumen menos energía, con lo que estamos ahorrando un 30% de costes de electricidad y a la vez hemos conseguido incluso una mejora de la señal. Cobramos menos, pero gastamos mucho menos, por eso ganamos más.
- Ok, ahora yo lo entiendo. Bien, tenga el llave del baño. Te darán lo demás a usted en Recursos Humanos.
- Gracias, Mr. Smith.
Juan bajó a Recursos Humanos a por su plaza de aparcamiento y lo demás. Entre otras cosas, su disruptor de publicidad. Con él ya no desearía las cosas que la corporación hacía desear a todos los consumidores.
Tres meses después, se dio cuenta. Sus deseos siempre habían estado guiados. Ahora sabía que todo lo que pensaba que deseaba era publicidad. Y que no sabía desear por si mismo: treinta años transmitido le habían borrado su capacidad autónoma. No podía querer cosas, más allá de los condicionamientos de la supervivencia.
Se suicidó.
Llegó a la puerta, miró el reloj (Mr. Smith era amante de la puntualidad exacta), se arregló la corbata y tocó en la puerta. Una sonriente secretaria de rasgos orientales le abrió y le invitó a pasar al adornado despacho: parecía el de un ejecutivo yuppie ochentero al que le gustaran los viajes: máscaras africanas, una montera de torero, muñecas de vudú... y por supuesto, una moqueta adecuada para jugar al golf de oficina. Al fondo, la mesa: una lámina ovalada de cristal sostenida a un solo lado por un pie en forma de delfín, de manera que parecía que el escritorio era la superficie tranquila del agua y el delfín sacaba la cabeza de ella.
- Juan, bienvenido. Yo soy contento de tener usted aquí. Los informes me dicen que usted has mejorado nuestros resultados en cinco porciento ¿sí?
- Sí, señor.
- Explícame cómo lo has hecho usted?
- Me he dado cuenta de que estábamos transmitiendo publicidad a grandes masas de la población que no la iban a aprovechar. Por poner un ejemplo sencillo, transmitíamos publicidad de muñecas a niños de diez años. Diseñé un sistema por el cual ahora transmitimos la publicidad solamente a los objetivos adecuados. Como transmitimos a menos objetivos, cobramos menos impactos a los anunciantes, muchos menos, pero como el porcentaje de objetivos que compran asciende podemos cobrar los impactos más caros. En conjunto, cobramos un 16% menos.
- No acabo de entender lo.
La cara de Mr. Smith ya no era acogedora. Juan tragó saliva.
- La transmisión cerebral consume una gran cantidad de energía, porque hay que focalizar muy exactamente las ondas. Crear recuerdos agradables en el sistema límbico está muy bien en el laboratorio, pero con la gente andando por las calles y moviéndose continuamente seguirlos es muy difícil, y asegurarse de que el campo electromagnético se concentra exactamente en los puntos adecuados del cerebro de tantísimas personas sin provocarles daños cerebrales por afectar a otras zonas cuesta enormes cantidades de poder de cómputo, que se traduce en dinero, y de electricidad para los transmisores, que también es dinero.
- Sí.
- Como ahora seguimos a menos personas a la vez, y transmitimos a menos personas, ambas necesidades se reducen. Aunque la computación cuántica haga posibles cálculos que antes hubieran llevado milenios, sigue siendo cara, pero con este método reducimos nuestras necesidades de cálculo en aproximadamente un 50%. Hemos podido suspender el alquiler de la tercera parte de los ordenadores que IQM nos cobraba. Y en cuanto a los transmisores, ahora van más suaves, y consumen menos energía, con lo que estamos ahorrando un 30% de costes de electricidad y a la vez hemos conseguido incluso una mejora de la señal. Cobramos menos, pero gastamos mucho menos, por eso ganamos más.
- Ok, ahora yo lo entiendo. Bien, tenga el llave del baño. Te darán lo demás a usted en Recursos Humanos.
- Gracias, Mr. Smith.
Juan bajó a Recursos Humanos a por su plaza de aparcamiento y lo demás. Entre otras cosas, su disruptor de publicidad. Con él ya no desearía las cosas que la corporación hacía desear a todos los consumidores.
Tres meses después, se dio cuenta. Sus deseos siempre habían estado guiados. Ahora sabía que todo lo que pensaba que deseaba era publicidad. Y que no sabía desear por si mismo: treinta años transmitido le habían borrado su capacidad autónoma. No podía querer cosas, más allá de los condicionamientos de la supervivencia.
Se suicidó.
lunes, 21 de septiembre de 2009
Siete maneras de matar a Laura
He de hacerlo. No sé por qué, no me ha hecho nada, no la odio, pero debo matar a Laura. No será difícil. Puedo atropellarla cuando salga del trabajo. Sí, sí, eso es. Atropellarla y darme a la fuga. No, no puede ser. Me cogerán. Siempre hay atasco, y los rollos esos de la pintura del coche y esas cosas me incriminarían. No. No puedo hacer eso, pero debo hacer algo. Debo matarla. Puedo ir a verla y tirarla por la ventana de su propio piso. No, es muy bajo. Insulina, eso es. Puedo comprar insulina e inyectársela, provocarle un bajón de azúcar mortal. Y la insulina la produce el cuerpo, sí, sí, eso es, la mataré con insulina. Pero tengo que comprarla. Y recordarán que la compré. Y no soy diabético. Me cogerán. No, no, eso no me vale. Puedo ir a la barriada y contratar a alguien. No, demasiado sucio, demasiados cabos sueltos. He de hacer algo, tengo que encontrar una solución. Sí, una solución. Algo disuelto. Algo en su bebida. Heroína. Una sobredosis de heroína en su cerveza. Comprarla no será problema, los camellos hablan poco, y hay muchos. Ponerla. Ponérsela. Si voy a su piso alguien me puede ver ir. Y en un bar puede que no tenga la oportunidad. Demasiado complicado. Es una buena idea, pero investigarán quién ha sido y como no es consumidora, la relacionarán conmigo. Me encontrarán. No, eso no me vale. Pero he de matarla. Debe morir. Sí, sí, eso es, puedo apuñalarla en la calle y huir con su bolso. Pensarán que se trata de un atraco. Eso. En la calle de detrás de su casa, sí. La mataré allí, con mis propias manos. ¿Y si me cogen? Si alguien me ve con sangre en la manos estoy listo. No, no. Eso tampoco me vale. Necesito algo ya, y que sea seguro. Quizá... sí, ya lo tengo. Eso es. Asaltarla y violarla en el camino a casa. Violarla salvajemente, con un condón para que no puedan cogerme el ADN, y luego degollarla. No tendrán ninguna prueba contra mí, dejaré allí mismo el cuchillo y la ropa manchada de sangre. No, no, no, maldita sea eso tampoco funcionará, si me araña sin que me de cuenta me cogerán por las uñas. Otra cosa, necesito otra cosa. Sí, sí ya lo tengo, esta es infalible...
La cerradura de la puerta del piso sonó, alguien estaba entrando al apartamento de pareja.
-Hola Luis, ya estoy en casa.
-Hola amor.
-¿Qué haces ahí sentado?
-Nada, simplemente pensando. ¿Te ayudo con la compra?
-Va, ya lo guardo yo, no es nada.
Luis se levantó y se acercó a Laura, y le dió un beso.
-Te quiero.
-Y yo a tí.
-No sé lo que haría si te perdiese.
Algo se había esfumado de su cabeza al ver de nuevo a su querida esposa, pero quizá al día siguiente volvería a ocurrir lo mismo, exactamente igual, y a no tener consecuencias, exactamente igual.
La cerradura de la puerta del piso sonó, alguien estaba entrando al apartamento de pareja.
-Hola Luis, ya estoy en casa.
-Hola amor.
-¿Qué haces ahí sentado?
-Nada, simplemente pensando. ¿Te ayudo con la compra?
-Va, ya lo guardo yo, no es nada.
Luis se levantó y se acercó a Laura, y le dió un beso.
-Te quiero.
-Y yo a tí.
-No sé lo que haría si te perdiese.
Algo se había esfumado de su cabeza al ver de nuevo a su querida esposa, pero quizá al día siguiente volvería a ocurrir lo mismo, exactamente igual, y a no tener consecuencias, exactamente igual.
viernes, 21 de agosto de 2009
Una piedra del monte
Si es que uno no debe acostarse con un poco de dolor de cabeza y ésta llena de cosas...
Me encontraba con mi padre en la puerta del Ayuntamiento de Santa Cruz, solo que los arcos de piedra eran los del Ayuntamiento de La Laguna y la fachada miraba al monte de un modo semejante al de la casa de mis abuelos. De repente vemos una humacera en el monte. Mi padre dice
-Mira, debe ser un incendio.
-No, deben ser las cargas.
Yo estaba seguro de que se trataba de cargas explosivas, como para abrir una carretera, y de que lo que veíamos no era humo, sino polvo. Enseguida se vio que tenía razón: una piedra más grande que un ataúd vino hacia nosotros desde la zona de explosiones y atravesó el porche donde estábamos, dejando un agujero en él y quedando humeante detrás de nosotros. La miramos. Yo dije:
-Seguro que Zerolo ahora la mete pa' dentro y cobra entrada por verla.
Me encontraba con mi padre en la puerta del Ayuntamiento de Santa Cruz, solo que los arcos de piedra eran los del Ayuntamiento de La Laguna y la fachada miraba al monte de un modo semejante al de la casa de mis abuelos. De repente vemos una humacera en el monte. Mi padre dice
-Mira, debe ser un incendio.
-No, deben ser las cargas.
Yo estaba seguro de que se trataba de cargas explosivas, como para abrir una carretera, y de que lo que veíamos no era humo, sino polvo. Enseguida se vio que tenía razón: una piedra más grande que un ataúd vino hacia nosotros desde la zona de explosiones y atravesó el porche donde estábamos, dejando un agujero en él y quedando humeante detrás de nosotros. La miramos. Yo dije:
-Seguro que Zerolo ahora la mete pa' dentro y cobra entrada por verla.
miércoles, 1 de julio de 2009
Clima genético
- ¿Cómo puede existir un ser tan asqueroso?
- Es cosa del clima genético, mayor.
- ¿Clima genético, doctor?
- Sí, señor. Veamos. La temperatura, la humedad, la insolación o los vientos no son iguales en una ciudad del norte que en una del ecuador, ¿verdad?
- Claro, el tiempo es más frío en el norte.
- El tiempo varía día a día. El clima es el que es más frío en el norte.
- ¿Y?
- Verá, señor. Sitios cercanos, como dos ciudades ecuatoriales, tienen climas semejantes. Sitios lejanos, como una ciudad ecuatorial y una del norte, tienen climas diferentes. Cuando alguien viaja de un lugar a otro lejano, se prepara para encontrarse cosas muy distintas: compra ropa de abrigo o protector solar, ¿no?
- Sí. ¿Y qué? Sigo sin entender la relación de esta clasecita de meteorología con este... este ser.
- Cuando uno viaja a un sitio cercano no espera cambios de clima grandes, así que los que pueda haber le sorprenden a uno más de lo esperado. En resumen, cuando vamos lejos lo muy diferente lo aceptamos como normal, pero cuando viajamos cerca, lo poco diferente nos sorprende.
- Doctor, o empieza a explicarse o no respondo.
- Verá, mayor. El caso es que la evolución de las especies se produce por mutaciones al azar en su ADN. Todos los seres vivos del Universo conocido se basan en el ADN o algún primo cercano, o en una de las otras dos estructuras de información hereditaria que hemos encontrado. Todos.
- Sí, todo eso de las mutaciones al azar, la selección natural y la herencia genética.
- Sí, mayor, justamente eso. Solo que las mutaciones no son al azar.
- ¿Eh?
- La xenotaxonomía comparada nos ha demostrado que las mutaciones de las cadenas genéticas no son completamente al azar. Sitios cercanos del Universo sufren mutaciones parecidas, mientras que sitios lejanos sufren mutaciones diferentes. Claro que las mutaciones individuales son al azar, como el tiempo que pueda haber un día determinado en un sitio determinado, pero dentro de los patrones que marca el clima de cada lugar. En xenogenética es lo mismo: las mutaciones de cada lugar son diferentes, pero las de lugares cercanos son parecidas y las de lugares lejanos son muy diferentes. Es lo que llamamos clima genético del Universo.
- ¿Quiere decir que en la Galaxia...?
- Más o menos. En este sector de este brazo galáctico, casi todas las formas de vida que hemos encontrado se han basado en el mismo esquema de nichos evolutivos, con un mamífero bípedo inteligente formado o en proceso de formación, otros mamíferos, aves, reptiles, peces, plantas... En cambio, más lejos en la galaxia hemos detectado otras pirámides evolutivas, con seres insectoides gigantes por una zona, microfauna supervoraz por otra, seres casi gaseosos por otra... cada zona con toda su biosfera en equilibrio. Y lo más importante, con transiciones relativamente suaves entre grupos si se mira a grandes rasgos.
- Entonces, doctor, este ser tan repulsivo, ¿es...?
- Sí, señor. Usted lo encuentra tan repulsivo precisamente porque es parecido a nosotros, pero diferente. Mamífero, bípedo erguido, dos sexos diferenciados, capacidad de inteligencia y emoción, una cabeza en lo alto con dos ojos, oídos y fosas nasales, una boca apta también para respirar, dos brazos con manos de cinco dedos...
- Es asqueroso.
- Es parecido, muy parecido a nosotros. Usted lo encuentra asqueroso precisamente por las pequeñas diferencias, en caso contrario lo encontraría simplemente interesante o no.
- Pero, ¿cómo puede ser tan asquerosamente parecido?
- Lo hemos recogido en un planeta cercano al nuestro, y precisamente por eso es un planeta con un clima genético muy parecido al nuestro, también. Prácticamente igual. Son las pequeñas diferencias aleatorias dentro de la igualdad del clima genético lo que le da tanto asco a usted, mayor, no las grandes diferencias que hemos encontrado con otros casos.
- Bueno, en cualquier caso, no lo quiero cerca de mí. ¿Cómo llamamos a estos seres?
- Las antenas han captado sus emisiones de radioondas. Parece que ellos mismo tienen un nombre que es válido en todo caso para toda su especie, mayor.
- ¿Sí, doctor?
- Se llaman a si mismos, en conjunto, Homo Sapiens.
- Es cosa del clima genético, mayor.
- ¿Clima genético, doctor?
- Sí, señor. Veamos. La temperatura, la humedad, la insolación o los vientos no son iguales en una ciudad del norte que en una del ecuador, ¿verdad?
- Claro, el tiempo es más frío en el norte.
- El tiempo varía día a día. El clima es el que es más frío en el norte.
- ¿Y?
- Verá, señor. Sitios cercanos, como dos ciudades ecuatoriales, tienen climas semejantes. Sitios lejanos, como una ciudad ecuatorial y una del norte, tienen climas diferentes. Cuando alguien viaja de un lugar a otro lejano, se prepara para encontrarse cosas muy distintas: compra ropa de abrigo o protector solar, ¿no?
- Sí. ¿Y qué? Sigo sin entender la relación de esta clasecita de meteorología con este... este ser.
- Cuando uno viaja a un sitio cercano no espera cambios de clima grandes, así que los que pueda haber le sorprenden a uno más de lo esperado. En resumen, cuando vamos lejos lo muy diferente lo aceptamos como normal, pero cuando viajamos cerca, lo poco diferente nos sorprende.
- Doctor, o empieza a explicarse o no respondo.
- Verá, mayor. El caso es que la evolución de las especies se produce por mutaciones al azar en su ADN. Todos los seres vivos del Universo conocido se basan en el ADN o algún primo cercano, o en una de las otras dos estructuras de información hereditaria que hemos encontrado. Todos.
- Sí, todo eso de las mutaciones al azar, la selección natural y la herencia genética.
- Sí, mayor, justamente eso. Solo que las mutaciones no son al azar.
- ¿Eh?
- La xenotaxonomía comparada nos ha demostrado que las mutaciones de las cadenas genéticas no son completamente al azar. Sitios cercanos del Universo sufren mutaciones parecidas, mientras que sitios lejanos sufren mutaciones diferentes. Claro que las mutaciones individuales son al azar, como el tiempo que pueda haber un día determinado en un sitio determinado, pero dentro de los patrones que marca el clima de cada lugar. En xenogenética es lo mismo: las mutaciones de cada lugar son diferentes, pero las de lugares cercanos son parecidas y las de lugares lejanos son muy diferentes. Es lo que llamamos clima genético del Universo.
- ¿Quiere decir que en la Galaxia...?
- Más o menos. En este sector de este brazo galáctico, casi todas las formas de vida que hemos encontrado se han basado en el mismo esquema de nichos evolutivos, con un mamífero bípedo inteligente formado o en proceso de formación, otros mamíferos, aves, reptiles, peces, plantas... En cambio, más lejos en la galaxia hemos detectado otras pirámides evolutivas, con seres insectoides gigantes por una zona, microfauna supervoraz por otra, seres casi gaseosos por otra... cada zona con toda su biosfera en equilibrio. Y lo más importante, con transiciones relativamente suaves entre grupos si se mira a grandes rasgos.
- Entonces, doctor, este ser tan repulsivo, ¿es...?
- Sí, señor. Usted lo encuentra tan repulsivo precisamente porque es parecido a nosotros, pero diferente. Mamífero, bípedo erguido, dos sexos diferenciados, capacidad de inteligencia y emoción, una cabeza en lo alto con dos ojos, oídos y fosas nasales, una boca apta también para respirar, dos brazos con manos de cinco dedos...
- Es asqueroso.
- Es parecido, muy parecido a nosotros. Usted lo encuentra asqueroso precisamente por las pequeñas diferencias, en caso contrario lo encontraría simplemente interesante o no.
- Pero, ¿cómo puede ser tan asquerosamente parecido?
- Lo hemos recogido en un planeta cercano al nuestro, y precisamente por eso es un planeta con un clima genético muy parecido al nuestro, también. Prácticamente igual. Son las pequeñas diferencias aleatorias dentro de la igualdad del clima genético lo que le da tanto asco a usted, mayor, no las grandes diferencias que hemos encontrado con otros casos.
- Bueno, en cualquier caso, no lo quiero cerca de mí. ¿Cómo llamamos a estos seres?
- Las antenas han captado sus emisiones de radioondas. Parece que ellos mismo tienen un nombre que es válido en todo caso para toda su especie, mayor.
- ¿Sí, doctor?
- Se llaman a si mismos, en conjunto, Homo Sapiens.
lunes, 15 de junio de 2009
Rosita von Carstein
Rosita von Carstein es la hija mayor de Marc von Carstein, uno de los nobles austrohúngaros de la época victoriana.
Criada entre algodones, gozó de todas las comodidades de la vida noble.
Fue Abrazada por su propio padre, costumbre familiar, tras dar a luz a su segundo hijo, como su madre y su abuela antes que ella, y su hija y su nieta después.
Tanto siendo humana como siendo ya uno de los Toreador se acostumbró a la buena vida (o no-vida): arte, música, teatro, recepciones, bailes...
Todo ello cambió con uno de los atroces acontecimientos mundiales de los que los Vástagos no son directamente responsables: la Primera Guerra Mundial. Durante ella, el desmembramiento del Imperio hizo que los von Carstein perdieran todas sus propiedades (y con ellas, sus refugios). La parte humana de la familia consiguió cierta nueva estabilidad hasta la Segunda Guerra Mundial, mientras que las más viejas generaciones de Vástagos von Carstein no tuvieron capacidad de adaptación. Justo en medio, los vampiros más jóvenes tuvieron la capacidad suficiente como para emigrar a Viena, primero, y a Londres, después, desde donde Rosita llegó a Canarias en 1965, con 121 años de edad y aparentando veinte.
Desde entonces, vive en un chalet bajo la Mesa Mota donde tiene pocas molestias, un criado ghoul y tres vecinos jovencitos enamorados de ella de los que puede alimentarse sin demasiados problemas a cambio de una noche ocasional de sexo.
Debido a su relativa antigüedad y movilidad política (puede pedir información y ciertos favores a un Diputado nacional), tiene cierto reconocimiento en la Camarilla local, donde su palabra es, por lo menos, escuchada (pero no necesariamente nada más allá de eso).
Criada entre algodones, gozó de todas las comodidades de la vida noble.
Fue Abrazada por su propio padre, costumbre familiar, tras dar a luz a su segundo hijo, como su madre y su abuela antes que ella, y su hija y su nieta después.
Tanto siendo humana como siendo ya uno de los Toreador se acostumbró a la buena vida (o no-vida): arte, música, teatro, recepciones, bailes...
Todo ello cambió con uno de los atroces acontecimientos mundiales de los que los Vástagos no son directamente responsables: la Primera Guerra Mundial. Durante ella, el desmembramiento del Imperio hizo que los von Carstein perdieran todas sus propiedades (y con ellas, sus refugios). La parte humana de la familia consiguió cierta nueva estabilidad hasta la Segunda Guerra Mundial, mientras que las más viejas generaciones de Vástagos von Carstein no tuvieron capacidad de adaptación. Justo en medio, los vampiros más jóvenes tuvieron la capacidad suficiente como para emigrar a Viena, primero, y a Londres, después, desde donde Rosita llegó a Canarias en 1965, con 121 años de edad y aparentando veinte.
Desde entonces, vive en un chalet bajo la Mesa Mota donde tiene pocas molestias, un criado ghoul y tres vecinos jovencitos enamorados de ella de los que puede alimentarse sin demasiados problemas a cambio de una noche ocasional de sexo.
Debido a su relativa antigüedad y movilidad política (puede pedir información y ciertos favores a un Diputado nacional), tiene cierto reconocimiento en la Camarilla local, donde su palabra es, por lo menos, escuchada (pero no necesariamente nada más allá de eso).
Suscribirse a:
Entradas (Atom)