jueves, 25 de diciembre de 2008

Juzgado

- Los ha matado a todos, señoría.

La voz del fiscal era firme, imparable. Resonaba en el juzgado con el conocimiento de que lo que hacía era lo correcto. Su dedo señalaba al acusado, que ajeno al espectáculo mostraba un semblante inmóvil. El fiscal continuó su alegato.

- No pido más que lo que es justo. El acusado es responsable de cientos de miles de muertes. De todas en realidad. No podemos más sino aplicar la sentencia pertinente.

El fiscal se sentó. Para la humanidad era el caso más importante de su historia. Para él no era más que encerrar a un malhechor.

Los murmullos recorrieron la sala. Si hubieran permitido que todos los interesados hubieran ido al juicio, no habrían cabido en la sala.

El Acusado se levantó y miró a sus jueces, a su jurado… pero no a su verdugo, pues ése era un hecho aún por discutir.

- Ningún abogado ha querido representarle y usted ha despachado a los de oficio. ¿Qué tiene que decir en su defensa? – La voz del juez carecía de humanidad o simpatía.

El acusado tomó aire (una formalidad) y comenzó.

- Éste es sin duda, el colmo de los hombres de buscar culpables. El único motivo por el que estoy aquí es para daros un regalo. El regalo del conocimiento. Saber que todo lo que tenéis tiene fecha de caducidad es lo que os impulsa como personas. Los plazos, sean conocidos o no, son los que os mueve. – Miró a los presentes, uno a uno, memorizando sus caras. – Me acusáis de la muerte del borracho que bebió demasiado, del suicida deprimido que se lanzó del tercer piso, de las provocadas por el desequilibrado que asesinó a tres chicas…¿Acaso acusaríais al basurero de lanzar la basura que recoge? No. Me acusáis también del señor que muere a los 90 años en su cama. Me acusáis por que sois una panda de niños asustados de la oscuridad. Y sobre todo, me acusáis, porque no sabéis que si yo no liberara esas almas cuando el cuerpo muere, os encontraríais atrapados en cadáveres putrefactos el resto de la eternidad.

La Muerte se sentó mientras que el juez, con una gota de sudor frío en su mejilla, dictaba sentencia.

- Se absuelve al acusado de todos los cargos. Se levanta la sesión

Entre los gritos y murmullos de la gente, la Muerte sonrió. Bueno era que esto hubiera acabado, se le estaba acumulando el trabajo.

No hay comentarios: