lunes, 27 de abril de 2009

Una botella de agua

Desde el estante de la cafetería, la botella miraba pacientemente a su alrededor. Todo estaba oscuro, no había movimiento. Sin embargo el cálido sol que se filtraba por las cortinas le decía a la botella que aquello iba a cambiar dentro de poco.

Primero, como siempre, llegó uno de aquellos extraños seres, casi tan llenos de agua como ella misma, que empezó a abrir las cortinas. Al poco llegaron otros seres similares, también con unas etiquetas blancas y negras, y empezaron a sacar agua manchada y caliente de aquella máquina alrededor de la que giraba todo. Unas veces mezclaban aquél agua caliente y sucia con leche, otras veces con aguardientes, otras veces con nada. A veces el agua la sacaban caliente pero limpia, mas enseguida metían dentro otra bolsita que la ensuciara. Y aquellos seres de etiqueta blanca y negra, los mismos de siempre, empezaron a dar aquellas aguas a otros seres semejantes, con etiquetas de todos los colores, que paercía que las desearan, pues las introducían en si mismos por aquellas bocas sin tapa que tenían.

Algunos de aquellos seres en ocasiones pedían botellas como ella.

Sintió miedo. Luego frustración. ¿Es miedo lo que debo sentir -se preguntaba- de mezclarme con toda esas aguas sucias en esos seres, o es mi destino y para lo que estoy hecha?

Sus compañeras fueron desapareciendo, pronto le tocaría a ella.

La afluencia de aquellos seres de etiquetas de colores fue disminuyendo, y los otros, los de etiquetas blancas y negras, empezaron a gastar agua ensuciándola en el suelo y con los recipientes de las otras aguas. Finalmente, como la otras veces, se fueron. Volverían al día siguiente, a gastar y ensuciar agua otra vez. Y seguramente, mañana sería el día en que conocería su destino. Ahora era la primera del estante.

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