sábado, 13 de septiembre de 2008

Caverna

Giulio se preguntaba qué le había ocurrido. ¿Cómo podía ser?

Se encontraba tranquilamente hablando con un dracontópodo de agua y de repente perdió el conocimiento. Y despertó aquí. En esta... ¿caverna?

Giulio miró a su alrededor. No había luz, y olía a humedad. Chasqueó los dedos y musitó unas palabras en latín, e hizo aparecer una llama en la palma de su mano. Definitivamente, estaba en una caverna. Sin salida. Solamente veía estalactitas y estalagmitas, un lento goteo de agua en ellas, y el suelo de la caverna cubierto por el agua de la que salían las estalagmitas, salvo la pequeña playa de dura roca en la que se encontraba él.

¿Y qué hacer ahora?

Giulio decidió lanzarse un hechizo a sí mismo para tratar de recordar qué le había ocurrido. Se concentró en sí mismo, hizo un gesto con las manos y pronunció firmemente las palabras latinas que harían surgir el hechizo:

-Intellego mentem

Giulio se vio a sí mismo hablando con el dracontópodo. Había ido a verlo para consultarle acerca de las propiedades mágicas del lago de roca que había en el centro del bosque cercano al claro de los duendes. Estaban todavía en las presentaciones y los parabienes, y empezando a explicarle lo que quería. El dracontópodo de repente le lanzó un poderoso hechizo de transporte, tan rápido y fulminante que las defensas mágicas de Giulio no alcanzaron ni a frenarlo, y de repente se encontró inconsciente en esta caverna subterránea. No había sido traído aquí por alguien mientras estaba inconsciente. Había sido transportado mágicamente por el dracontópodo.

¿Qué pasaba allí?

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