Llevaban 10 años casados. Al poco tiempo de conocerse ella le preguntó si él creía en los fantasmas, él se echó a reír y le dijo que no, pero viendo la cara de seriedad de ella, se dio cuenta que la pregunta iba en serio. Ella le dijo que sí creía, no por nada en especial, sólo para poder volver después de la muerte y poder velar por sus seres queridos.
Después de 10 años de casados, no habían tenido hijos, los médicos le decían a ella que por su genética si quedaba embarazada corría riesgo su vida. Ellos habían hecho caso de los médicos hasta entonces.
Un día, ella, estando los dos en la cama, le dijo que le daba igual el riesgo, que quería tener un hijo, quería saber lo que se siente, y quería poderle hacer a él el regalo de la vida. Él le dijo que no, que ni hablar, que eran felices así como estaban. Pero ella insistió día tras día hasta que él accedió.
A las pocas semanas, en el baño, el test dio positivo. Estaban embarazados. Había una mezcla de alegría y pena porque sabían lo que podía pasar. El embarazo transcurrió apenas sin problemas, pero a la hora del parto, la cosa cambió. Ella sufría de tremendos dolores que le decían que algo no iba bien, que la muerte era inminente. La pudieron mantener con vida el tiempo justo como para poder ver a su hija. Una niña preciosa, de colorados mofletes y grandes ojos que la miraba agradecida. Y murió tranquila y feliz.
Ahora le tocaba a él hacer la parte difícil, criar a una niña recién nacida sin su madre.
Una noche mientras dormían después de un relajante baño y una cálida cena, la niña emitía unos gemidos suaves pero audibles, él debido al cansancio no se enteraba de los gemidos de la niña. Ella se estaba ahogando con una pequeña flema que tenía en la garganta. Algo lo despertó, un fuerte golpe en la puerta del armario. Al despertar oyó claramente los gemidos de su hija y corrió hasta su cuna. Llegó a tiempo. Cogió a la niña y la sacudió dos o tres veces fuerte con golpes en la espalda. La niña echó su flema, y estando él sentado acunando a la niña, en el umbral de la puerta vio una luz blanca. Encendió la luz y allí, quieta y sonriente vio a su querida y amada esposa. Él no podía articular palabra, y ella con una voz muy suave le dijo: -Te dije que creía en los espíritus para velar por mis seres queridos, y desde que me fui, no he dejado de cuidaros. Yo he sido la que te ha despertado, y no pienso marcharme nunca de vuestro lado-. Él con lágrimas en los ojos, dejó a la niña cuidadosamente en la cuna y se fue a su cama. Se quedó dormido mientras su esposa lo velaba sentada a los pies su cama.
Cuando por la mañana despertó, se dio cuenta de muchas cosas, de las veces que había tenido accidentes con la niña, bañándola, o pequeños descuidos que habían acabado bien, y sobretodo, ahora podía saber con claridad, que las canciones de cuna que oía por las noches, no eran parte de su imaginación.
jueves, 2 de abril de 2009
Firmes bajo la seda
Allí estaban: unos cuantos cabellos largos, finos y tostados en el lavabo. Hacía dos días que ella se había ido, y él no se había decidido aún a limpiar aquello. Cada vez que iba a hacerlo, se ponía, en su lugar, a recordarla.
Recordaba cómo empezó todo. Eran compañeros en el turno de tarde en la Facultad. Mientras estaban en las prácticas en el laboratorio, él bromeaba con todos los compañeros, en particular con ella, tímida, callada, quizá más por que se sintiera bien e integrada que por cualquier otra razón. El caso es que fueron congeniando.
Al cabo de algunas semanas de trabajo constante en común, aparte de realizar buenos trabajos para la asignatura, ya se veían fuera de las clases: algún café o desayuno, y ella empezó a ir a las cenas del curso.
Él siempre la trataba con cuidado, cuidaba con ella un poco más sus bromas, y la pellizcaba en la cintura al acercase, como a otras amigas, pero no era exactamente igual. Poco a poco su relación con ella empezó a ser verdaderamente diferente que con el resto de compañeras. Empezaron a hacer algo más que tomar café juntos: salían a tomar café juntos. Día tras día, la confianza entre ambos crecía, y empezaron a hacer otras cosas, como confiarse historias, invitarse a comer o pasear juntos. Descubrieron que ambos vivían solos, sin compañeros de piso: ambos habitaban en viviendas de algún familiar.
Un día que él la fue a buscar a su casa para comer juntos y llevarla a la Facultad, y tras una sobremesa un poco más confidencial de lo normal, él empezó,en el aparcamiento de la Universidad, a acariciarla, por primera vez. Ella se sobresaltó y sintió un escalofrío, pero le dejó hacer. Él le acarició poco a poco la nuca, le giró la cabeza hacia si y allí mismo, en el coche, se dieron su primer beso, apasionadamente, mientras ella agarraba su espalda y él acariciaba su nuca y se atrevía a tocar sus pechos sobre la blusa.
Se serenaron, porque había que irse a clase, pero esa noche él la llevó de vuelta a su casa y allí, con la luz apagada, quisieron hacer el amor salvajemente, pero como no disponían de condones supieron controlarse un poco, y él con su lengua la hizo disfrutar como ella nunca había soñado que se pudiera. Quedaron para el día siguiente.
Ambos perdieron el hilo de la clase pensando en lo que iba a ocurrir por la noche, sin mirarse demasiado, ya que no querían que sus compañeros cotillearan el asunto. Cuando él llegó a casa de ella por la noche, ella lo recibió con un camisón y la luz baja, y por primera vez, látex mediante, fueron uno. Ella no le dejó encender la luz antes de quitarse el camisón: sus pechos, que se entreveían firmes bajo éste, le daban vergüenza, decía.
A los tres años ambos habían acabado la carrera, y a los tres años y medio estaban casados.
Hacía cuarenta años de aquello. Él nunca le llegó a ver los pechos, aquellos que tantas veces acarició en la oscuridad o a través de la ropa, y ya nunca podría.
Por tercera vez en dos días, él miró el reloj, dejó la bayeta y se fue al trabajo, sin tocar el lavabo.
Allí quedaron, esperando para hacerle recordar otra vez, aquellos cabellos largos, finos y tostados en el lavabo.
Recordaba cómo empezó todo. Eran compañeros en el turno de tarde en la Facultad. Mientras estaban en las prácticas en el laboratorio, él bromeaba con todos los compañeros, en particular con ella, tímida, callada, quizá más por que se sintiera bien e integrada que por cualquier otra razón. El caso es que fueron congeniando.
Al cabo de algunas semanas de trabajo constante en común, aparte de realizar buenos trabajos para la asignatura, ya se veían fuera de las clases: algún café o desayuno, y ella empezó a ir a las cenas del curso.
Él siempre la trataba con cuidado, cuidaba con ella un poco más sus bromas, y la pellizcaba en la cintura al acercase, como a otras amigas, pero no era exactamente igual. Poco a poco su relación con ella empezó a ser verdaderamente diferente que con el resto de compañeras. Empezaron a hacer algo más que tomar café juntos: salían a tomar café juntos. Día tras día, la confianza entre ambos crecía, y empezaron a hacer otras cosas, como confiarse historias, invitarse a comer o pasear juntos. Descubrieron que ambos vivían solos, sin compañeros de piso: ambos habitaban en viviendas de algún familiar.
Un día que él la fue a buscar a su casa para comer juntos y llevarla a la Facultad, y tras una sobremesa un poco más confidencial de lo normal, él empezó,en el aparcamiento de la Universidad, a acariciarla, por primera vez. Ella se sobresaltó y sintió un escalofrío, pero le dejó hacer. Él le acarició poco a poco la nuca, le giró la cabeza hacia si y allí mismo, en el coche, se dieron su primer beso, apasionadamente, mientras ella agarraba su espalda y él acariciaba su nuca y se atrevía a tocar sus pechos sobre la blusa.
Se serenaron, porque había que irse a clase, pero esa noche él la llevó de vuelta a su casa y allí, con la luz apagada, quisieron hacer el amor salvajemente, pero como no disponían de condones supieron controlarse un poco, y él con su lengua la hizo disfrutar como ella nunca había soñado que se pudiera. Quedaron para el día siguiente.
Ambos perdieron el hilo de la clase pensando en lo que iba a ocurrir por la noche, sin mirarse demasiado, ya que no querían que sus compañeros cotillearan el asunto. Cuando él llegó a casa de ella por la noche, ella lo recibió con un camisón y la luz baja, y por primera vez, látex mediante, fueron uno. Ella no le dejó encender la luz antes de quitarse el camisón: sus pechos, que se entreveían firmes bajo éste, le daban vergüenza, decía.
A los tres años ambos habían acabado la carrera, y a los tres años y medio estaban casados.
Hacía cuarenta años de aquello. Él nunca le llegó a ver los pechos, aquellos que tantas veces acarició en la oscuridad o a través de la ropa, y ya nunca podría.
Por tercera vez en dos días, él miró el reloj, dejó la bayeta y se fue al trabajo, sin tocar el lavabo.
Allí quedaron, esperando para hacerle recordar otra vez, aquellos cabellos largos, finos y tostados en el lavabo.
sábado, 27 de diciembre de 2008
TC
-Lo han hecho. Al final lo han hecho.
Este único pensamiento ocupaba su cabeza mientras sobrevolaba la ciudad.
-No puedo creer que lo hayan hecho.
Mientras miraba por la ventanilla, veía la ciudad triste, gris, sin vida. No quedaba nada bajo las alas del avión sino muerte. Los parques ya no tenían niños. Los bares ya no tenían parroquianos. Los estadios ya no tenían multitudes. Las farolas ya no tenían putas, ni clientes.
Al final, aquel monstruoso invento había sido usado. Comités científicos lo habían advertido. El TC era peligroso. Debía prohibirse su uso, incluso en pruebas. Algunos protestaron, incluso violentamente, como con Mururoa.
No sirvió de nada. Los que ya habían sido seducidos por el TC votaron a bloque en las siguientes elecciones. Ya no se pudo hacer nada. La dictadura de los corderos había hablado, votando por degollarse a sí misma.
Aquél era el último vuelo.
El Televisor Cerebral había triunfado, y todas las familias, ahora por Ley, estaban enchufados en el sofá viendo en el canal único Gran Hermano 27.
Este único pensamiento ocupaba su cabeza mientras sobrevolaba la ciudad.
-No puedo creer que lo hayan hecho.
Mientras miraba por la ventanilla, veía la ciudad triste, gris, sin vida. No quedaba nada bajo las alas del avión sino muerte. Los parques ya no tenían niños. Los bares ya no tenían parroquianos. Los estadios ya no tenían multitudes. Las farolas ya no tenían putas, ni clientes.
Al final, aquel monstruoso invento había sido usado. Comités científicos lo habían advertido. El TC era peligroso. Debía prohibirse su uso, incluso en pruebas. Algunos protestaron, incluso violentamente, como con Mururoa.
No sirvió de nada. Los que ya habían sido seducidos por el TC votaron a bloque en las siguientes elecciones. Ya no se pudo hacer nada. La dictadura de los corderos había hablado, votando por degollarse a sí misma.
Aquél era el último vuelo.
El Televisor Cerebral había triunfado, y todas las familias, ahora por Ley, estaban enchufados en el sofá viendo en el canal único Gran Hermano 27.
Etiquetas:
Ciencia Ficción,
Distopía,
Transmisión cerebral
jueves, 25 de diciembre de 2008
Juzgado
- Los ha matado a todos, señoría.
La voz del fiscal era firme, imparable. Resonaba en el juzgado con el conocimiento de que lo que hacía era lo correcto. Su dedo señalaba al acusado, que ajeno al espectáculo mostraba un semblante inmóvil. El fiscal continuó su alegato.
- No pido más que lo que es justo. El acusado es responsable de cientos de miles de muertes. De todas en realidad. No podemos más sino aplicar la sentencia pertinente.
El fiscal se sentó. Para la humanidad era el caso más importante de su historia. Para él no era más que encerrar a un malhechor.
Los murmullos recorrieron la sala. Si hubieran permitido que todos los interesados hubieran ido al juicio, no habrían cabido en la sala.
El Acusado se levantó y miró a sus jueces, a su jurado… pero no a su verdugo, pues ése era un hecho aún por discutir.
- Ningún abogado ha querido representarle y usted ha despachado a los de oficio. ¿Qué tiene que decir en su defensa? – La voz del juez carecía de humanidad o simpatía.
El acusado tomó aire (una formalidad) y comenzó.
- Éste es sin duda, el colmo de los hombres de buscar culpables. El único motivo por el que estoy aquí es para daros un regalo. El regalo del conocimiento. Saber que todo lo que tenéis tiene fecha de caducidad es lo que os impulsa como personas. Los plazos, sean conocidos o no, son los que os mueve. – Miró a los presentes, uno a uno, memorizando sus caras. – Me acusáis de la muerte del borracho que bebió demasiado, del suicida deprimido que se lanzó del tercer piso, de las provocadas por el desequilibrado que asesinó a tres chicas…¿Acaso acusaríais al basurero de lanzar la basura que recoge? No. Me acusáis también del señor que muere a los 90 años en su cama. Me acusáis por que sois una panda de niños asustados de la oscuridad. Y sobre todo, me acusáis, porque no sabéis que si yo no liberara esas almas cuando el cuerpo muere, os encontraríais atrapados en cadáveres putrefactos el resto de la eternidad.
La Muerte se sentó mientras que el juez, con una gota de sudor frío en su mejilla, dictaba sentencia.
- Se absuelve al acusado de todos los cargos. Se levanta la sesión
Entre los gritos y murmullos de la gente, la Muerte sonrió. Bueno era que esto hubiera acabado, se le estaba acumulando el trabajo.
La voz del fiscal era firme, imparable. Resonaba en el juzgado con el conocimiento de que lo que hacía era lo correcto. Su dedo señalaba al acusado, que ajeno al espectáculo mostraba un semblante inmóvil. El fiscal continuó su alegato.
- No pido más que lo que es justo. El acusado es responsable de cientos de miles de muertes. De todas en realidad. No podemos más sino aplicar la sentencia pertinente.
El fiscal se sentó. Para la humanidad era el caso más importante de su historia. Para él no era más que encerrar a un malhechor.
Los murmullos recorrieron la sala. Si hubieran permitido que todos los interesados hubieran ido al juicio, no habrían cabido en la sala.
El Acusado se levantó y miró a sus jueces, a su jurado… pero no a su verdugo, pues ése era un hecho aún por discutir.
- Ningún abogado ha querido representarle y usted ha despachado a los de oficio. ¿Qué tiene que decir en su defensa? – La voz del juez carecía de humanidad o simpatía.
El acusado tomó aire (una formalidad) y comenzó.
- Éste es sin duda, el colmo de los hombres de buscar culpables. El único motivo por el que estoy aquí es para daros un regalo. El regalo del conocimiento. Saber que todo lo que tenéis tiene fecha de caducidad es lo que os impulsa como personas. Los plazos, sean conocidos o no, son los que os mueve. – Miró a los presentes, uno a uno, memorizando sus caras. – Me acusáis de la muerte del borracho que bebió demasiado, del suicida deprimido que se lanzó del tercer piso, de las provocadas por el desequilibrado que asesinó a tres chicas…¿Acaso acusaríais al basurero de lanzar la basura que recoge? No. Me acusáis también del señor que muere a los 90 años en su cama. Me acusáis por que sois una panda de niños asustados de la oscuridad. Y sobre todo, me acusáis, porque no sabéis que si yo no liberara esas almas cuando el cuerpo muere, os encontraríais atrapados en cadáveres putrefactos el resto de la eternidad.
La Muerte se sentó mientras que el juez, con una gota de sudor frío en su mejilla, dictaba sentencia.
- Se absuelve al acusado de todos los cargos. Se levanta la sesión
Entre los gritos y murmullos de la gente, la Muerte sonrió. Bueno era que esto hubiera acabado, se le estaba acumulando el trabajo.
martes, 2 de diciembre de 2008
Combate.
Tenía un combate de artes marciales, en particular taekwondo. Era mi primer combate, con lo cual iba demasiado nerviosa como para poder hacer algo bien. Entre el público se encontraban mis padres y mi hermana. Mi madre estaba embarazada de 8 meses.
Me voy a la parte de atrás a conocer a mis contrincantes y cual es mi sorpresa que hay 2 chicos y una chica, los tres enormes, ninguno de mi categoría. Me dirijo al jurado a decirles que eso no es correcto, que yo tengo que luchar con gente con la que esté en igualdad de condiciones, que me van a dar una paliza sublime y que no tengo opción de ganar de ninguna manera. Uno de los jueces me dice que tengo que luchar quiera o no quiera, que así ha sido el sorteo.
Además no he ido preparada, me he dejado el traje de combate en casa y voy con unos vaqueros y una camisa, la verdad, preciosa.
Va a empezar el combate, mis nervios van en aumento, sé que no tengo nada que hacer, pero lo voy a intentar. No soy una cobarde, nunca lo he sido y ahora no va a ser menos.
Ya casi estamos preparados cuando alguien del jurado se acerca a mí y me dicen que no puedo luchar, que mi madre se ha puesto de parto y tengo que ir con ella al hospital. Parece que mis oraciones han sido escuchadas.
Corremos al hospital con mi madre, el parto se ha adelantado. Parece que va a ser rápido, las contracciones van muy seguidas. Sale la enfermera y nos dice que mi madre ha tenido una preciosa niña... Qué bonito, estoy llorando de emoción. Y cuando voy a conocer a mi pequeña y nueva hermanita, me despierto y me doy cuenta que todo ha sido un sueño.
Me voy a la parte de atrás a conocer a mis contrincantes y cual es mi sorpresa que hay 2 chicos y una chica, los tres enormes, ninguno de mi categoría. Me dirijo al jurado a decirles que eso no es correcto, que yo tengo que luchar con gente con la que esté en igualdad de condiciones, que me van a dar una paliza sublime y que no tengo opción de ganar de ninguna manera. Uno de los jueces me dice que tengo que luchar quiera o no quiera, que así ha sido el sorteo.
Además no he ido preparada, me he dejado el traje de combate en casa y voy con unos vaqueros y una camisa, la verdad, preciosa.
Va a empezar el combate, mis nervios van en aumento, sé que no tengo nada que hacer, pero lo voy a intentar. No soy una cobarde, nunca lo he sido y ahora no va a ser menos.
Ya casi estamos preparados cuando alguien del jurado se acerca a mí y me dicen que no puedo luchar, que mi madre se ha puesto de parto y tengo que ir con ella al hospital. Parece que mis oraciones han sido escuchadas.
Corremos al hospital con mi madre, el parto se ha adelantado. Parece que va a ser rápido, las contracciones van muy seguidas. Sale la enfermera y nos dice que mi madre ha tenido una preciosa niña... Qué bonito, estoy llorando de emoción. Y cuando voy a conocer a mi pequeña y nueva hermanita, me despierto y me doy cuenta que todo ha sido un sueño.
martes, 4 de noviembre de 2008
Lago
Giulio empezó a comprender las intenciones del dracontópodo. Él quería información sobre las propiedades del lago rocoso, y el dracontópodo le había informado, a su manera. Seguramente se encontraba bajo el lago, o algo similar.
Decidió preguntarle al propio agua para averiguar qué otras superficies libre tenía. Giulio estaba seguro de que aquél agua estaba conectada con la superficie del lago del bosque. Se concentró e hizo un gesto con las manos mientras recitaba:
-Intellego Aquam
El agua es lenta cundo habla. Una conversación con un lago puede durar horas, simplemente para preguntarle algo como si hay un cadáver en su fondo. Pero tampoco es cuestión de quejarse, a fin de cuentas el agua contesta rápido si se la compra con la roca.
Giulio comenzó a conversar con el lago. Un buen rato más tarde, averiguó lo que necesitaba saber: aquel agua era la misma que la del lago de roca del bosque. Ahora tenía que salir de allí.
Decidió preguntarle al propio agua para averiguar qué otras superficies libre tenía. Giulio estaba seguro de que aquél agua estaba conectada con la superficie del lago del bosque. Se concentró e hizo un gesto con las manos mientras recitaba:
-Intellego Aquam
El agua es lenta cundo habla. Una conversación con un lago puede durar horas, simplemente para preguntarle algo como si hay un cadáver en su fondo. Pero tampoco es cuestión de quejarse, a fin de cuentas el agua contesta rápido si se la compra con la roca.
Giulio comenzó a conversar con el lago. Un buen rato más tarde, averiguó lo que necesitaba saber: aquel agua era la misma que la del lago de roca del bosque. Ahora tenía que salir de allí.
domingo, 19 de octubre de 2008
Personajes : Dick Tracy
Dick Tracy. a.k.a Culoduro. Detective. Superviviente. Ex-Militar. Ex-Policia. Pesadilla de mi Zombiemasteresa. Y es que en un juego como zombie, donde la mitad del peligro viene de no saber a lo que te enfrentas llevar un personaje que ha pasado por 4 o 5 aventuras distintas le quita mucho peligro :D. Práctico, frio, con un pequeño corazoncito (recuerdo de su estancia en la policía), va de ciudad en ciudad, cumpliendo misiones, donde el precio de su ayuda bien puede ser una comida y un cargador de balas.
"¿Por qué tienes miedo de fallar el disparo? Acercate y disparale a la cabeza, son lentos."
"¿Por qué tienes miedo de fallar el disparo? Acercate y disparale a la cabeza, son lentos."
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